Alpbach – Tirol (11)

Llegué a fines de septiembre a uno de los pueblos catalogados entre los más lindos de Austria: Alpbach.

Todo en él respira armonía: prados verdes con vacas estupendas, casas floridas, calles impecables y ordenadas, paisajes de ensueño en los que nada desentona, un hotel que parecía una casa de muñecas, una hotelera amabilísima que preparaba unos desayunos de película en los que todo era casero y natural. Tanta perfección daba miedo.

Incluso, había una capillita ecuménica en donde estaban representadas todas las religiones del mundo y en el centro brotaba manantial de una roca que hacía de altar y los asientos eran gradas circulares de madera con rellenos de pieles y felpas para uno sentarse arropado y no pasar frío en redondel alrededor de la mencionada fuente-altar. Y a la salida una especie de sendero que era un calvario pero con esculturas y tallas modernas, y al final de éste una cabaña para la lectura en donde los anaqueles estaban repletos de libros sobre diferentes religiones bien clasificados y cuidados, a disposición de todo el que quisiera pasar un rato allí leyendo (abajo se puede ver uno de los butacones). Me quedé pensando que a una cabaña como esa, en otras partes del mundo, ya le hubieran metido fuego los gamberros o estuviera ocupada por mendigos y hasta hubieran quemado los libros de gratis, solo por joder y destruir.

Aquí las fotos del hermoso Alpbach, una aldea cuya única atracción es irse de marcha por los senderos montañeses o sentarse a leer y contemplar el paisaje. Ojalá la vida fuera solo esto.

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